¡Remesas en la mira! Nuevo impuesto desde EE. UU.
El reciente impuesto del 1% sobre las remesas enviado desde Estados Unidos, aprobado por el Senado, ha generado preocupación en las comunidades migrantes y en Guatemala. Sin embargo, expertos señalan que su impacto en la economía nacional será marginal, aunque las implicaciones sociales y políticas podrían ser mucho más profundas.
Un golpe menor al bolsillo, pero con gran carga simbólica
El economista y especialista en migración Pedro Pablo Solares explicó que, pese a la polémica que ha desatado la medida, el efecto directo sobre las remesas que llegan al país será casi imperceptible. “El crecimiento proyectado para los envíos este año es de doble dígito. Un impuesto del 1% está muy por debajo de ese crecimiento, por lo que no generará un impacto significativo en el flujo global de remesas”, indicó.
Solares detalló que el gravamen afectará únicamente las transferencias en efectivo o realizadas mediante instrumentos similares, como cheques de caja. Las remesas enviadas desde cuentas bancarias o a través de tarjetas estadounidenses estarán exentas.
Esto significa que el impuesto se dirige principalmente a migrantes indocumentados, quienes son los que más utilizan el envío de dinero en efectivo por no tener acceso a servicios bancarios formales. “Es un impuesto que apunta a un segmento vulnerable y que, culturalmente, está más acostumbrado a las remesadoras en efectivo”, subrayó.
Un clima de creciente hostilidad
Más allá del impacto económico, Solares advierte que el mayor riesgo radica en el ambiente restrictivo que se está construyendo alrededor de las comunidades migrantes. “El impuesto es solo una pieza dentro de un paquete de medidas que han generado temor. Lo que realmente afecta es la sensación de persecución y la posibilidad de que la migración en reversa se vuelva una realidad”, añadió.
El impuesto fue incorporado en el megaproyecto presupuestario promovido por el presidente Donald Trump, quien originalmente había propuesto un gravamen del 3.5%. Sin embargo, la cifra fue reducida al 1% durante las negociaciones en el Senado. El proyecto regresará a la Cámara de Representantes para su votación final, la cual se espera antes del 4 de julio.
Impacto en las comunidades migrantes
Los migrantes indocumentados son el grupo que más sentirá este impuesto. Elmer Sandoval, líder migrante guatemalteco en EE. UU., considera que aunque el impacto financiero parece pequeño, cualquier costo adicional afecta a los migrantes. «El costo de enviar remesas ya es alto, y esto solo incrementa la carga. Además, las deportaciones, el encarecimiento de la vida y el miedo han ido reduciendo las oportunidades para muchos”, señaló.
Sandoval enfatizó la necesidad de que las familias en Guatemala utilicen las remesas para crear proyectos productivos que impulsen el desarrollo local y reduzcan la dependencia de estos flujos.
Por su parte, Juan Carlos Pocasangre, líder migrante radicado en Nueva York, reconoció que el impuesto representa un sacrificio pequeño comparado con la ayuda que logran enviar a sus familias. «La mayoría de migrantes está tranquila porque la reducción del 3.5% al 1% es manejable. Lo importante es seguir apoyando a nuestros seres queridos en Guatemala», comentó.
Pocasangre también expresó su esperanza de que los fondos recaudados por este impuesto sean bien utilizados para beneficio social en Estados Unidos, aunque reconoció que esto suele ser poco probable.
Reacción regional
En respuesta a la medida, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, anunció que su gobierno trabaja en un plan para reembolsar a los migrantes mexicanos el 1% del nuevo impuesto cuando envíen dinero en efectivo, como una estrategia para proteger sus remesas.
Análisis del editor: un impuesto con más peso simbólico que económico
Desde una perspectiva macroeconómica, el impacto real de este impuesto en Guatemala será limitado. Las remesas representan aproximadamente el 20% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, y su crecimiento sostenido supera por mucho la pérdida que podría provocar este gravamen. Un impuesto del 1% equivale, en la práctica, a una reducción marginal sobre el volumen total.
Sin embargo, el peso simbólico y psicológico es considerable. Este impuesto se percibe como una medida punitiva hacia las comunidades migrantes, particularmente las indocumentadas, que ya enfrentan múltiples barreras. El temor a nuevas restricciones, los costos adicionales y la incertidumbre migratoria pueden tener efectos de largo plazo en las decisiones de envío, ahorro y consumo.
Más allá del dinero, el mensaje político detrás de la medida es claro: Estados Unidos sigue fortaleciendo un discurso de presión sobre la migración irregular, lo que puede desincentivar nuevos movimientos migratorios y generar impactos sociales tanto en el país de origen como en las comunidades migrantes.
El desafío para Guatemala es doble: primero, continuar diversificando su economía para reducir la alta dependencia de las remesas, y segundo, fortalecer la educación financiera y los proyectos productivos que permitan transformar estos flujos en inversión local sostenible.
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